29 jul 2011

10 Estrategias de Manipulación Mediática

Por Noam Chomsky


1. La estrategia de la distracción: El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las élites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. ”Mantener la Atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales (cita del texto ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.

2. Crear problemas y después ofrecer soluciones: Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.

3. La estrategia de la gradualidad: Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.

4. La estrategia de diferir: Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.

5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad: La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad (ver “Armas silenciosas para guerras tranquilas”)”.

6. Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión: Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido critico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos…

7. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad: Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposible de alcanzar para las clases inferiores (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.

8. Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad: Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto…

9. Reforzar la autoculpabilidad: Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se auto desvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. Y, sin acción, no hay revolución!

10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen: En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídos y utilizados por las élites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.
 

14 jul 2011

Elogio del desequilibrio por Francisco José Ortiz (Articulo en la revista el Malpensante)


"Al contrario de lo que suponen las teologías perezosas, la energía de la vida proviene del desequilibrio, la creatividad del error, el arte del caos. En términos evolutivos la cucaracha es más perfecta que el hombre"


Nunca he confiado en los ascetas, monjes, anacoretas, místicos o cualquiera que se recluya por fuera de este mundo a intentar la perfección, la iluminación, la santidad. Hay algo sospechoso en sus maneras, en su velocidad; sus atuendos denotan cierta tranquilidad parecida a la indiferencia. No sé si por las mismas razones nunca he podido imaginar a un Dios inmortal y perfecto. ¿Acaso una eternidad impoluta no equivale a un aburrimiento interminable? Al saberse inmortal, ¿no se convirtió Homero en troglodita?
Más allá de estas cuestiones metafísicas, valdría la pena preguntarse cuáles han sido las secuelas culturales e ideológicas producidas por la concepción de una divinidad perfecta que es capaz de producir un mundo imperfecto.
¿Tendrá esto algo que ver con la esquizofrenia y la hipocresía que proliferan en nuestras sociedades? Me viene a la memoria una frase de Schiller: “Cuando los dioses eran más humanos, los humanos eran más divinos”.
 
Enfrentados al aburrimiento de Dios, cabe preguntarnos si podríamos hacer una “antología” o “elogio del error”, una reivindicación de los segundos y terceros lugares, un triunfo del desequilibrio.
 
El problema no es que la perfección sea inalcanzable —es posible lograr una “perfección formal”. Ejemplo de esto son teoremas matemáticos, enunciados lógicos, sonatas para piano, algunas manifestaciones de las artes plásticas y literarias: todos ellos universos que perduran por su forma, por su técnica, por su belleza, no por lo que nos puedan enseñar sobre la realidad.
 
Dice Bertrand Russell que el escepticismo es el único sistema filosóficamente perfecto, el único que, en vez de intentar una explicación del universo, exhibe argumentos sobre la imposibilidad de conocer, o al menos sobre la imposibilidad de un conocimiento no subjetivo de la realidad. Bástenos citar a Kant: “No es posible conocer la cosa en sí, sólo la cosa para mí”. Dicho esto, ninguna afirmación sobre la realidad puede formularse sin caer en un error. El conocimiento, lo que llamamos conocimiento, sólo puede existir en el error. Un error que vale la pena cometer.
 
La educación debería estar menos enfocada en transmitir conocimientos rígidos, modelos que funcionan en condiciones ideales, propiedades algebraicas, versiones estereotipadas de la historia, y en vez de eso debería ayudarnos a desarrollar una actitud crítica, a estimular la imaginación y la intuición, debería mostrarnos lo infinitamente compleja que es cualquier realidad humana, cualquier sociedad, cualquier organización.
 
En sus Cartas a un joven poeta, Rainer Maria Rilke recomienda buscar siempre lo más difícil, “porque ahí se encuentra todo lo viviente”. El arte nunca nace de la plenitud, nace, en cambio, de una cierta tensión del vacío y como una forma de resolver esa tensión, no anulándola, sino ofreciéndole un cuerpo y un alma, que es el objeto artístico.
 
Incluso podríamos decir lo mismo de la historia: es sobre todo en los períodos de guerra cuando se producen saltos en el desarrollo tecnológico y en la evolución social de las naciones.
 
El movimiento nace del desequilibrio. La vida nace del desequilibrio, de la diferencia de potenciales químicos, eléctricos, gravitatorios. La supuesta “muerte térmica” del universo ocurre cuando toda la energía se encuentra en un equilibrio inmóvil, tibio y eterno.
 
Una amiga cristiana se declaró antidarwiniana cuando le dije que nosotros éramos producto de un error genético. Las cucarachas son animales primitivos porque están tan bien diseñadas, son tan adaptables, que nunca tuvieron que evolucionar. El error es la quintaesencia del universo. La inteligencia sólo puede desarrollarse en la dificultad. Es así como nosotros nos definimos sobre todo por nuestras carencias y necesidades, por lo que no tenemos, por lo que no podemos alcanzar: “El hombre no se enamora de lo que ve, sino de lo que sueña”.
 
Por eso durante algunas tardes, cuando la ciudad, por unos segundos, parece intentar una siesta, imagino a un Dios equivocado e impotente, abatido por el destino de esta humanidad. Yo me recuesto en silencio, y me siento capaz de perdonarlo. Sólo un mundo disparatado produce vanguardias, teorías filosóficas, jóvenes idealistas, soñadores sin tregua. Si bien aceptar el mundo tal y como es resulta una proposición inmoral, lo cierto es que la vida en un paraíso terrenal equivaldría a una felicidad animal: inconsciente y vacua.